domingo, agosto 09, 2009

Problemática lingüística (1ª parte)

Cumu creigu que to@s sabedes, la Xana tien deillos collacios aragoneses que, cumu nos nel casu del llïonés, lluchan pul desendolque y la oficialidá de l'aragonés.

Un d'estos collacios, Manuel Trujillo, vien d'esplicare la situación de l'aragonés nun foru d'hestoria d'Aragón y la Xana alcuentra que camudandu "aragonés" pur "llïonés" y "Biquipedia n'aragonés" pur "Llionpedia" tolu que se diz nel artículu darreú desplica perfeutamente la situación la nuesa llingua.

Quiciabes, lliendu lu qu'acontez cun l'aragonés seyamos quienes a pescanciare miyor la situación de la llingua de nuesu.

Ensin más comentarios vos deixu la primeira parte d'estas esplicaciones. Nunos diyas vos deixaré la segunda:


La situación del aragonés es crítica y se encuentra en gravísimo peligro de desaparecer completamente como lengua de uso, al estar falleciendo la mayor parte de sus hablantes nativos sin que las generaciones jóvenes, educadas en castellano por la escuela, la televisión, los libros y la estancia en grandes ciudades para estudiar o para emigrar definitivamente, tomen el relevo. Se da la cifra de 20.000 hablantes, pero me temo que las fuentes más coherentes sólo dan la de 10.000.

Serían imprescindibles medidas de choque para garantizar su mera supervivencia: garantía a los hablantes de que pueden dirigirse a cualquier administración pública en forma hablada o escrita en su propia lengua, y recibir contestación en esa misma lengua. Una medida tan poco compleja como ésta permitiría a muchos hablantes tomar conciencia de que hablan una lengua propia, y hacer que no se avergüencen de "hablar mal el castellano", como muchos siguen aún, erróneamente, creyendo.

Debería complementarse con el establecimiento de cursos en aragonés que, como cualquier otra lengua es apta para la enseñanza científica, labor en la que una prueba evidente y palpable es la propia existencia y contenidos de la Biquipedia en aragonés. Y no sólo de niños de 6 años, sino que también para la enseñanza universitaria. Felizmente ya han quedado superados los tiempos, allá por 1978, en que al entrar yo en la Facultad de Derecho en Barcelona había profesores que manifestaban públicamente, sin la menor vergüenza propia, que el catalán no era un lengua apta para la enseñanza universitaria. Pues el aragonés tampoco.

Por supuesto, estas dos medidas generan una necesidad: la de personas conocedoras de la lengua aragonesa que trabajen en el sector público, estando capacitadas para atender al publico o para dar la enseñanza en aragonés. Nada que no exista en cualquier otro lugar del mundo: los hablantes de una lengua gozan de oportunidades laborales de las que carecen quienes no la hablan, algo que conocen a la perfección los hijos de emigrantes aragoneses en el exterior que han debido aprender las lenguas de su entorno para poder trabajar y prosperar socialmente, sean estas lenguas el francés, el alemán o incluso en catalán, el vasco o el castellano. Hoy la situación es a la inversa: el hijo de hablantes de aragonés "desaprende" su propia lengua para tener oportunidades laborales.

Y se pone de manifiesto así una grave carencia actual del aragonés: aunque no sea por su propia culpa, no dispone actualmente de una lengua estandarizada y homogénea, como sí disponen otras lenguas desde hace dos o tres siglos (para el francés o el inglés), desde hace un siglo (como en el caso del catalán) o desde hace 25 años (como en el caso del vasco).

La existencia de un diccionario de referencia que indique qué palabras forman parte o no del aragonés, si se trata de palabras de uso generalizado o de palabras de uso meramente dialectal, etc., es una herramienta imprescindible, no menos que la existencia de una ortografía común.

Para disponer de dicha ortografía, gramática y vocabulario comunes, es imprescindible un consenso, o bien alguien con capacidad social y politica para imponerse por encima de quienes sostienen opiniones variadas. Y es que aquí aparecen no sólo los intereses personales de quienes desean ser vistos por la posteridad como los "normalizadores del aragonés" con los intereses políticos de quienes sólo ven en el tema lingüístico un caladero de votos, sea en el sentido que sea.
Actualmente, la Academia del Aragonés está haciendo una labor callada, pero imprescindible, para fijar unas normas comunes, que deberán configurar una lengua estándar, equivalente al estándar de castellano, de francés o de inglés que aparece en los medios de comunicación y en los medios cultos, aunque luego cada cual haga de su capa un sayo y hable como le apetezca en las variantes dialectales propias. Y eso estamos esperando quienes aún confiamos en poder salvar lo esencial: la lengua aragonesa.

Adopte las soluciones que adopte, la Academia contará con todo mi apoyo. Ya discutiremos luego si tal o cual matiz es mejor o peor, pero lo imprescindible es fijar los mínimos comunes, algo que se asienta sobre los trabajos de 1987 en Uesca, con sus aciertos y sus fallos.

Otra cuestión muy distinta es el peso político. Para empezar, el aragonés no sólo es una lengua en regresión, sino que además se habla en territorios en declive desde un punto de vista económico y, por tanto, político. Es una lengua utilizada por labradores y ganaderos, no por habitantes de grandes ciudades industriales o financieras, y además la capital política de su territorio, Zaragoza, está castellanizada desde hace demasiado tiempo, con lo que además el poder político también lo está. Cuando uno ve aparecer por televisión, con plena normalidad, a políticos gallegos, vascos o catalanes hablando en su propio idioma, y ve que ningún político aragonés, no ya el presidente de la Diputación General de Aragón, sino cualquier concejal de Barbastro o Tauste, por poner meros ejemplos, no aparece nunca hablando en aragonés, es que algo va muy mal.

Hay diarios en gallego, en catalán y en vasco, pero no en aragonés. No hay ni una sola película doblada al aragonés, ni tampoco traducciones de libros de gran tirada, sean de best-sellers, sean de obras de Premios Nobel de Literatura. Ya no es que en Barcelona sea casi imposible localizar un libro en aragonés, es que en la propia Zaragoza es difícil, por no hablar de Teruel, Huesca o Ejea de los Caballeros (en este caso ni en castellano, ya que la cuarta o quinta ciudad de Aragón carece de una sola librería).

En este marco, una ley que se limita a decir que el aragonés es una lengua, pero que no fija medidas para su protección o promoción ni para la dignificación de sus hablantes es una ley que no responde en absoluto a las expectativas. Y eso es lo máximo que políticamente se va a conseguir, y ello seguramente con la oposición radical del PP y también con la oposición más encubierta del PAR, sin hablar del propio torpedeo interno de muchos socialistas.

La situación del catalán en Aragón es, por suerte para ellos, muy diferente. Para empezar, porque cuentan con el hecho de la existencia a un paso del potencial cultural de Cataluña, con su apoyatura mediática y editorial: pueden comprar prensa o libros en catalán y escuchar emisoras de radio o televisión en ese mismo idioma, que goza además de un prestigio social del que carece hoy en día el aragonés, que muchos siguen considerando (basta ver algunas apariciones periódicas por la Biquipedia de ciertos provocadores) "una lengua de paletos".

Por lo que respecta a la variante dialectal del castellano hablada en Aragón, no presenta por ahora ningún problema para su supervivencia, ni lo supondría la potenciación del aragonés que, por el contrario, contribuiría a dar sentido y coherencia a una de sus fuentes originales.

Los aragoneses no son conscientes, como colectivo, de la situación precaria de la lengua aragonesa. La visión predominante es la de un rastro entrañable y folklórico, y el trato que recibe es el mismo que la "cadiera", el banco al lado del fuego donde se desayunaba, comía, cenaba y a veces se dormía y era el lugar de encuentro de la familia. Hoy sólo sirve para dar su nombre a un magazine de televisión que se emitía hace alguno años... Algo bonito y entrañable, pero completamente inútil en la vida moderna.

Es esa percepción la que habría que lograr cambiar.

Manuel Trujillo Berges

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