martes, junio 06, 2017

Letanía a la sombra de un fracaso

De José Luis Gavilanes Laso No resta sino acudir a nuestro muro de las lamentaciones, en la muralla de la calle Independencia, y entonar lastimeros: «¿De qué te vale, León, fueses reino tan temido en la España medieval, que hasta el moro lo sentía con un pánico cerval, si perdiste dos costillas de tu espinazo dorsal: al Este, lo fue Castilla, y al Oeste, Portugal; teniendo siempre al gallego en constante rebelión por su natural mudanza, minifundio y migración? ¿De qué te vale, León, de asturiano ser pariente, si al llegar la autonomía no quiso tu compañía por quererla independiente? ¿Y que fluya a sus hogares agua de tus manantiales, en torrente y a raudales, teniendo tus comarcanos que beber agua estancada en embalses y pantanos? ¿De qué te vale, León, tener hogar en Madrid, si ordena Valladolid, como obligada apostilla, matrimonio con Castilla; y si ello no es así, te amaguen desde Pucela que ya no habrá subvención, quedándote, a la sazón, como quien dice a dos velas? ¿Y ante tal humillación, no quepa otro lenguaje, aunque sea de importación, que repugnante «chantaje»? ¿De qué te vale, León, tener dos grandes tesoros: en el subsuelo, el carbón, en superficie tus coros, si se dice que el carbón tiene pocas calorías y los coros son pequeños y escasa categoría? ¿Y que corista y minero sólo tendrán de sustento unas pequeñas migajas y lo que puedan sacar de su propio emolumento? ¿De qué te vale, León, tantas juntas vecinales, si van a ser traspasadas con sus bienes comunales a más altas entidades, la mayor parte endeudadas por torpes autoridades; cuando es un golpe mortal a todas las pedanías, que sin un coste real llevarán su economía como destino fatal a morir de apoplejía? ¿De qué te vale, León, si cuando no hubo dinero por asistir a los plenos de la Caja España-Duero, una dama postinera de la entidad consejera se dice que le dijera a un esbelto compañero: «Si no percibo, me muero, y por eso me voy fuera». También dice que se opuso a la cuantiosa sangría de pingues jubilaciones por creer que era un abuso de directivos trincones. ¿Por qué no lo dijo entonces, esta señora tan lista, y en cambio lo dice ahora a unos cuantos años vista? Dama de Cuadros la llaman, porque en Cuadros la nacieron, pero no dama de honor como fue la de Arintero, que de hombre disfrazó para ejercer de guerrero y con saña la mataron, no por vestir de visón, mucha foto y buen joyero, ni poner por condición estar siempre en candelero como la dama anterior. ¡Ay, León, venga a nosotros tu reino, que aquel que antaño existió y gloria mucho te dio, ahora ni sueña despierto, porque en su ser y existir es un vivo como muerto! Como Cristo pronunció que su reino, a la sazón ya no era de este mundo; ya ni reino ni nación ni cuna que lo arrulló es León de nuestro mundo, y sólo de la ilusión vive en un sueño profundo».

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