jueves, agosto 01, 2013

POEMARIO PARA RIAÑO

Tras cerrarse el muro con gran estruendo
ocho campanas tañeron en obligado silencio...

¡Malditos sean los dineros
de los mercaderes de los templos!

Fue una noche vieja.
Tan vieja como la resistencia.
Tan vieja como la memoria
de nuestra tradición eterna
de viajeros del mar a la meseta.
Sanos climas de secano
creados para curarnos.
Y nosotros, los titiriteros,
entre coplas y sainetes
a refugiarnos del cierzo
descansando de escenarios
con un cargado café y un orujo ardiente
en los rojos tapices de “El Moderno”.

¡Maldito aquel cegarato
que acabó con tantas vidas,
sin escuchar los llantos de los niños,
ni los gritos de los ancianos!

Montañas sagradas las nuestras
siempre en lucha con extraños:
moros, franceses, romanos
siempre queriendo engañarnos.
Pero el mundo gira al revés
y las vueltas de la Historia
siempre son para alentarnos.
Cambiarán los tiempos,
pero no cambian los escarnios.
Fértil valle al que ni siquiera
pudieran conquistar los romanos.

Monte Vindio,
montes blancos,
montes sagrados
Divinos montes de tejos
que sirvieron para envenenarnos
y a quienes se resistieron
hasta les cortaron las manos.

¡Maldito quien decretó
el fin de la prosperidad
en el sagrado triángulo marcado
por los ríos confluyentes en aquel gran Riaño!

Más que sonar a muerto
las campanas de las iglesias lo hicieron
para reivindicar al cielo
la vida en unos pueblos
que bajo las aguas están
reclamando aire, sol y vientos.
Pueblos que siempre lucharon
por ser algo más que unas líneas
en un Boletín Oficial de un Estado,
por la sinrazón de un gobierno
que con mentiras engañó a los cuerdos.

Cuando llegaron las bestias,
cuando lo arrasaron todo,
cuando ya nada se podía hacer
Simón se pegó un tiro
y otros muchos se ahorcaron.
Nadie quiere perder nunca
la imagen de su primer recuerdo:
aquel paraíso que fue el valle de Riaño.

¡Que nadie pare las aguas del olvido
porque ahí está la canal de Los Payuelos:
espadañas, juncos y carrizos,
para a ellos acusarlos!

Si los montes brotaron de los mares,
estos pueblos algún día
también ascenderán hacia los cielos
porque allí abajo, en el pantano,
se sienten las vibraciones
de las almas de los muertos
inquietas bajo las aguas
que cubren los camposantos!
¡Vamos, cojamos los calderos
que tenemos que rescatarlos!

¡Maldito aquel que enterró
tanta felicidad, tantos momentos,
tantas vidas, tantos pueblos,
historias de trashumancias,
caminos reales y tantos senderos!

Manuel de Cimadevilla

POEMARIO PARA RIAÑO

Tras cerrarse el muro con gran estruendo
ocho campanas tañeron en obligado silencio….

¡Malditos sean  los dineros
de los mercaderes de los templos!

Fue una noche vieja.
Tan vieja como la resistencia.
Tan vieja como la memoria.
de nuestra tradición eterna
de viajeros del mar a la meseta.
Sanos climas de secano
creados para curarnos.
Y nosotros, los titiriteros,
entre coplas y sainetes
a refugiarnos del cierzo
descansando de escenarios
con un cargado café y un orujo ardiente 
en los rojos tapices de “El Moderno”.

¡Maldito aquel cegarato
que acabó con tantas vidas,
sin escuchar los llantos de los niños,
ni los gritos de los ancianos!


Montañas sagradas las nuestras
siempre en lucha con extraños:
moros, franceses, romanos
siempre queriendo engañarnos.
Pero el mundo gira al revés
y las vueltas de la Historia
siempre son para alentarnos.
Cambiarán los tiempos,
pero no cambian los escarnios.
Fértil valle al que ni siquiera 
pudieran conquistar los romanos.


Monte Vindio,
montes blancos,
montes sagrados
Divinos montes de tejos
que sirvieron para envenenarnos
y a quienes se resistieron 
hasta les cortaron las manos.

¡Maldito quien decretó
el fin de la prosperidad 
en el sagrado triángulo marcado
por los ríos confluyentes en aquel gran Riaño!


Más que sonar a muerto
las campanas de las iglesias lo hicieron 
para reivindicar al cielo
 la vida en unos pueblos
que bajo las aguas están
reclamando aire, sol y vientos.
Pueblos que siempre lucharon
por ser algo más que unas líneas
en un Boletín Oficial de un Estado,
por la sinrazón de un gobierno 
que con mentiras engañó a los cuerdos.

Cuando llegaron las bestias,
cuando lo arrasaron todo,
cuando ya nada se podía hacer
Simón se pegó un tiro
y otros muchos se ahorcaron.
Nadie quiere perder nunca
la imagen de su primer recuerdo:
aquel paraíso que fue el valle de Riaño.

¡Que nadie pare las aguas del olvido
porque ahí está la canal de Los Payuelos:
espadañas, juncos y carrizos,
para a ellos acusarlos!


Si los montes brotaron de los mares, 
estos pueblos algún día
también ascenderán hacia los cielos
porque allí abajo, en el pantano, 
se sienten las vibraciones
de las almas de los muertos
inquietas bajo las aguas
que cubren los camposantos!
¡Vamos, cojamos los calderos
que tenemos que rescatarlos!

¡Maldito aquel que enterró
tanta felicidad, tantos momentos,
tantas vidas, tantos pueblos,
historias de trashumancias,
caminos reales y tantos senderos!

1 comentario:

llancara@ymail.com dijo...

Nosoutros tamién viaxábamos a Riaño tolas fines de selmana. Vivímoslu en vivu y en direutu anque nun salimos nos medios.
Nin perdonamos nin esqueicemos aqueillu.

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